El olivo es un árbol digno de admirar. Sus cicatrices y grietas, los agujeros del tronco o cobijarse bajo su sombra son solo algunos de los elementos más singulares de este árbol, acompañándonos en cada momento desde los inicios de la humanidad.
Nada más que su apariencia, ya deja entrever una larga esperanza de vida, pero ¿cuánto vive un olivo?
El olivo, árbol autóctono de la región mediterránea, es un árbol de crecimiento lento. Las precipitaciones anuales tan bajas y el suelo tan pobre en nutrientes donde reside el olivo, le impiden crecer más rápido.
En cambio, cuando el olivo se cultiva en una maceta o en un jardín abonado, sí que crece más rápidamente. De todas formas, incluso así necesitará también varias decenas de años en convertirse en un ejemplar admirable.
Al ser árboles de crecimiento lento, los olivos pueden llegar a vivir más de mil años, llegando a tener una esperanza de vida de unos 3.000 años. ¿El secreto? El olivo soporta las temperaturas extremas con cierta facilidad, tanto el frío como el calor, y no necesita de una gran cantidad de agua para sobrevivir. Además, ha sido un árbol respetado por los humanos desde sus orígenes.
Una vez que se planta, y durante sus dos primeros años de vida, el olivo crece a un buen ritmo, creciendo alrededor de unos 40 centímetros por año. A partir del tercer año, y más especialmente a partir del quinto, cuando florece por primera vez, vuelve a ralentizarse su crecimiento, llegando a aumentar su altura unos 30 centímetros por temporada.
Una vez que alcance su altura definitiva (puede llegar hasta los 15 metros), el olivo continúa necesitando de nutrientes para seguir engrosando su tronco y produciendo ramas, flores y frutos. Aunque deje de crecer en vertical, sus raíces continúan desarrollándose.
De hecho, las raíces de los olivos tienen una particularidad: son largas y profundas. Al estar en zonas de sequía, necesitan desarrollarse para poder llegar hasta alguna zona donde haya algo de humedad. De hecho, no es extraño que las raíces de un olivo lleguen a medir 12 metros en sentido horizontal y seis metros en sentido vertical hacia el interior de la tierra.
Los olivos pueden llegar a cumplir miles de años y, siendo un símbolo de nuestra cultura mediterránea, no es de extrañar que encontremos en la Península Ibérica varias especies de olivos centenarios y milenarios, dignos de admirar.
En Ulldecona, en la provincia de Tarragona, encontramos a “la Farga de Arion”, plantado en el año 314 durante el mandato del emperador Constantino I (306-337 d.C.). Este olivo cumple este año 1.709 años, ni más ni menos. En Menorca, encontramos un olivo con 2.310 años a sus espaldas y a unos 20 kilómetros al norte de Lisboa, encontramos un ejemplar de 2.850 años. ¡Increíble todo lo que habrán vivido!
Si nos quedamos en la provincia de Jaén, corazón de la cultura olivarera, encontramos un olivo antiquísimo en Arroyo del Ojanco, el “olivo de Fuentebuena”, nombrado Monumento Natural por la Junta de Andalucía. No es de extrañar que haya sido nombrado monumento, pues tiene una altura de 10 metros y su perímetro alcanza los cinco metros. Además, es un olivo fértil, el cual ha llegado a producir 2.000 kilos de aceituna en un año. Aunque la fecha exacta sigue siendo un misterio, se dice que unos monjes fueron quienes plantaron este olivo tras la reconquista cristiana.
En el país vecino, en Portugal, se encuentra “el olivo del Mouchao”. Este ejemplar, según el investigador José Luis Lousada de la UTAD, acumula 3.350 años. El olivo tiene un perímetro de 11 metros y mide nada más y nada menos que 3,2 metros de altura.
Para conocer el olivo más antiguo del mundo, tenemos que viajar hasta Palestina, exactamente, hasta Belén. Allí encontramos Al-Badawi, que significa el grande, nombre más que merecido, pues tiene más de 4.000 años, una altura de 12 metros y un diámetro de 25. ¡Una auténtica joya! Para hacernos una idea, este olivo ya tenía unos cuantos años cuando Cristóbal Colón llegó por primera vez a América: 3.500 años.
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